En estos días, no hay muchas cosas buenas que hablar de los Astros de Houston. Apenas ayer, Taylor Buchholz, una de las razones para ser optimistas, tuvo una dura salida en la cual fue apaleado por la ofensiva de los Piratas de Pittsburgh.
Por doquier las malas noticias aparecen: el puntal ofensivo de esta escuadra está lesionado, el pitcheo abridor se las ha visto cuesta arriba, el bullpen no se ve bien; y ni hablar de Brad Lidge tratando de encontrarse consigo mismo.
"Estamos jugando pésimo béisbol", le dijo Phil Garner a los periodistas cubriendo la serie contra los bucaneros en el PNC Park; y tiene razón. Confieso que a quien escribe se le hace muy difícil relatar una mala racha como ésta; y no porque uno caiga golpeado en sus ánimos de fanático, los cuales debo esconder en aras de mantener una objetividad profesional.
Es que se hace monótono el tener que contar la misma triste historia día tras día, cuando las cosas no parecen cambiar. La única esperanza que uno mantiene, es que los Astros han vivido situaciones mucho peores, que han ameritado medidas drásticas, y las cosas han mejorado. Pareciera que la tempestad se apodera de la nave, y la Gerencia decide mantener el curso, en lo que muchas veces es visto como síntoma de ineptitud; cuando al final emerge como un síntoma de confianza en los recursos disponibles.
¿Cambiará esta situación? El tiempo nos lo dirá. Todo depende del regreso de Lance Berkman, quien siempre se enciende luego de volver en situaciones similares; y si esta rotación, que haciendo honor a la verdad no ha estado del todo mal, puede ponerse en pie nuevamente. Injustamente, con la inconsistencia de Andy Pettitte, los jovencitos como Taylor Buchholz, Fernando Nieve y Wandy Rodriguez tienen la mayor parte de la carga.
Todos ligan porque la maquinaria vuelva a funcionar como es debido, para ello todas las piezas deben engranarse correctamente.